El cerebro humano es un mecanismo maravillosamente complejo. Su finalidad última es básicamente mantenernos vivos el mayor tiempo posible para que durante ese tiempo colaboremos a continuar la cadena de vida mediante la reproducción.
Para ello este órgano ha desarrollado una serie de subproductos operativos, del que cabe destacar como más maravilloso la conciencia, la constancia de la propia existencia.
No es algo exclusivo del animal humano. La experimentación con determinados animales parece indicar que algunos son también conscientes de su propia existencia. Me remito a rebuscar en el propio blog para comprobar algunos de estos estudios.
Aún así en el ser humano este mecanismo de supervivencia que llamamos consciencia parece haber alcanzado su esplendor, tanto en capacidad como en complejidad. Lo cual, sin embargo, hay algunas otras consecuencias. El ser humano
depende de su cerebro en gran medida. El estado emocional pasa a tener un peso sobre la salud y esto en parte se vuelve delicado, pues puede afectar de modo negativo o positivo.
Es aquí donde el cerebro se vuelve una herramienta peligrosa, pues supone un poderoso sistema de control basado en concepciones que no figuran más que en el propio cerebro, sin sustento real fuera de la consciencia humana. Todos nuestros cerebros tienen esas puertas traseras que, con la llave maestra adecuada, permiten controlar al sujeto. La dominación última está precisamente en las mentes de los propios dominados, en la fragilidad emocional de los sujetos.
La
dominación última no es sino la dominación cuasi primigenia, o al menos una de las más remotas que el ser humano viene arrastrando: la
religión. Esto es así, en mi opinión, precisamente por esa susceptibilidad, esa debilidad humana que lo predispone para ser así dominado.
Unas viejas noticias recopiladas por ahí hacen mención a ciertos descubrimientos al respecto que permiten abordar el tema:
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/12/23/neurociencia/1261586312.html
Las creencias religiosas pueden prolongar la esperanza de vida
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Algunos expertos aseguran que los beneficios de la actividad religiosa son comparables a los del ejercicio físico y que pronlongan la esperanza de vida. Sin embargo, otros trabajos no evidencian ninguna ventaja reseñable.
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"Es muy difícil llegar a conclusiones certeras en este sentido, ya que hay muchas variables que influyen en el estado de salud, desde la edad y el estadío de una enfermedad hasta factores psicológicos, como el optimismo y las estrategias individuales para afrontar dificultades"
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Uno de los más de 250 estudios realizados sobre la relación entre oración y salud desvela que practicar deporte moderado de forma regular, tomar medicamentos para reducir el colesterol y la actividad religiosa pueden aumentar la esperanza de vida entre tres y cinco años de media. Estas conclusiones se publicaron en la revista 'Journal of the 'American Board of Family Medicine'. Aunque "esto no significa que el ejercicio o las medicinas puedan sustituirse por la religión", puntualizan los autores.
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Desde la perspectiva psicológica, explica Méndez de Miguel, "cuando alguien recurre a la oración, lo que está consiguiendo es reducir la incertidumbre y el estrés y tener la sensación de cierto control sobre su salud. Esto hace que el sistema inmunológico no se deprima y esto es bueno para afrontar mejor cualquier enfermedad".
Como explica Valentín Martínez-Otero, doctor en Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, "las creencias religiosas facilitan al enfermo una explicación existencial que le permite afrontar mejor sus circunstancias. Incluso pueden tener un impacto positivo en la prevención de adicciones como el tabaquismo".
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Mejor salud mental
Tal y como confirman los responsables de una investigación publicada en 1998 en 'Archives of Internal Medicine', "las personas que se consideran religiosas experimentan una mejor salud mental y física y se adaptan mejor al estrés".
Para valorar cuáles son los efectos terapéuticos de la oración en la salud de aquellas personas que tienen alguna enfermedad, un equipo estadounidense, analizó a más de 2.200 individuos con cáncer. Observaron que el 68,5% reconocía haber rezado por su salud y el 72% afirmaba encontrarse mejor. Así queda reflejado en el artículo publicado en 'The Journal of Alternative and complementary Medicine'.
En definitiva, el autoengaño permite ser más indolente ante el estrés que conlleva la enfermedad. Gracias a esta sensación de tranquilidad se consigue que la gente adore las religiones. Por sí mismas son reconfortantes, sin necesidad de que exista nada más para ese confort emocional. El premio está en la propia acción de creer, no en lo que se cree.
Sin embargo hay más. Esto podría en parte explicar lo anterior:
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2010/12/13/neurociencia/1292261913.html
El 'ingrediente secreto' de la religión
Tener amigos en una congregación es lo que mayor satisfacción personal da
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Un grupo de investigadores de las universidades de Wisconsin y Harvard (EEUU) viene a zanjar la cuestión al afirmar que ha averiguado el secreto de esta relación.
Según publican en la revista 'American Sociological Review', son los aspectos sociales, más que los teológicos o espirituales, los que aumentan la satisfacción personal. En concreto, la amistad que se construye dentro de una congregación religiosa es el factor clave que hace a los creyentes sentirse más felices que los no creyentes. "No es realmente ir a la iglesia, escuchar el sermón o rezar lo que más felicidad reporta a las personas religiosas. Lo que más les satisface es intimar y compartir experiencias con otros individuos que creen en las mismas cosas", explica Chaeyoon Lim, profesor de Sociología en la Universidad de Wisconsin y coordinador del estudio.
El trabajo, que ha contado con una amplia muestra de adultos estadounidenses que forman parte del estudio 'Cuestiones de Fe', recoge que el 33% de aquéllos que atendían a un servicio religioso a la semana y tenían entre tres y cinco buenos amigos en la congregación afirmaba estar "extremadamente satisfecho con su vida". Una definición que sólo se atrevió a dar el 19% de las personas que acudían a un servicio religioso semanalmente pero no conocían ni intimaban con otros individuos dentro de la iglesia. Este último porcentaje es el mismo que reportaron los ciudadanos que no se declaraban religiosos. Por otro lado, el 23% de quienes acudían a misa sólo de vez en cuando pero tenían amigos en la congregación también admitió esta satisfacción extrema.
Círculos de amigos
"Una de las funciones de la religión es dar a la gente un sentimiento de pertenencia a una comunidad moral basada en la fe religiosa. Formarse un círculo de amigos con los que compartir esta identidad, con los que convertir las creencias en algo más real y tangible, es el factor clave que hace sentirse bien", indica Lim, que explica que este beneficio se ha observado en todas las vertientes del cristianismo (católicos, protestantes y evangélicos) así como en judíos y mormones.
La investigación cuenta que el vínculo entre religión y el sentimiento subjetivo de bienestar es bastante acentuado. Los participantes sólo consideran más importante para su satisfacción la salud y el no sentir soledad, pero colocan a la religión por delante de otros factores como la educación, el estado civil, la actividad laboral, la edad o el género. Y, dentro de la religión, la experiencia colectiva en la congregación es más satisfactoria que la oración individual.
Las preguntas que se plantean los expertos a raíz de estos datos son: ¿Por qué la amistad de la congregación y compartir una identidad religiosa aumenta el bienestar personal? y ¿por qué esto sólo se ve cuando se reza en grupo y no de forma aislada?'. Una posibilidad es que los amigos de 'misa' hacen que la persona, que ha elegido voluntariamente creer en una religión, piense que su decisión es la acertada.
A fin de cuentas no somos más que animales gregarios.
Como sistema de adaptación parece tener sus ventajas indiscutibles. El ser humano, a cambio de esa debilidad, puede hacer más fácil su existencia. Da igual la religión que sea. Basta con tener confianza en ella y a poder ser que haya un culto que permita tener la sensación de permanecer a un grupo.
Ahondando más entre las noticias relacionadas encontramos la siguiente:
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2009/03/09/neurociencia/1236629672.html
La red cerebral de las creencias religiosas
Las formas en la que las personas evalúan a los demás y a Dios tienen similitudes
Las creencias religiosas activan los lóbulos temporal y frontal del cerebro
Forman parte de un proceso cognitivo que también incluye otro tipo de creencias
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Investigadores de los Institutos Nacionales de Trastornos Neurológicos de EEUU han logrado ver, gracias a las técnicas de imagen cerebral, dónde se localizan estas creencias y cómo entran en funcionamiento.
"Nuestros pensamientos religiosos están mediados por unas regiones del cerebro que han evolucionado con el paso del tiempo y que sirven para otras funciones, entre ellas la de reconocer las intenciones de las personas. Además están relacionadas con las emociones y la memoria", explica a elmundo.es Jordan Grafman, principal autor del estudio que se publica en la revista 'Proceedings of the National Academy of Science'. "Las creencias religiosas forman una pequeña parte de un proceso cognitivo mucho más amplio, del que no se pueden separar", añade este especialista.
Áreas del cerebro que están involucradas con la creencia en Dios. (Foto: NIH)
El equipo analizó tres componentes de estas creencias en 66 individuos: cómo percibían la implicación de Dios con el mundo, la emoción provocada por la fe y las propias experiencias religiosas. Mediante diversos test e imágenes de resonancia magnética, los autores midieron la función cerebral de los participantes ante afirmaciones del tipo 'Dios guiará mis actos', 'Dios está siempre presente' o 'Nos castigará o recompensará al final de la vida', entre otras. Así observaron que las áreas cerebrales que se activaban al escuchar cuestiones de religión se situaban en el lóbulo temporal - que desempeña un papel importante en el reconocimiento de las caras y en el lenguaje- y el lóbulo frontal -implicado en la memoria y el juicio-.
"De la misma manera en la que juzgamos a los demás y evaluamos sus acciones, evaluamos a Dios, pues las áreas cerebrales implicadas en ambos procesos son las mismas", argumenta Grafman. No obstante, aunque estas sean las áreas implicadas, las regiones concretas que entran en funcionamiento difieren si el individuo ama a Dios o si, por el contrario, siente ira hacia él, al igual que ocurre con los sentimientos de simpatía o antipatía hacia cualquier otra persona.
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Otro de los aspectos que comprobaron los autores del nuevo trabajo es que en la formación de estas creencias tienen mucho que ver las enseñanzas recibidas. Una de las fuentes necesarias para el conocimiento de las religiones es la doctrina, un conjunto de proposiciones que los creyentes aceptan como verdaderas a pesar de que no pueden verificarlo personalmente. La mayor parte de la doctrina religiosa tiene un componente linguístico abstracto que es culturalmente transmitido de generación a generación. Esto explica, según los investigadores, que exista un vínculo claro entre la religiosidad de un individuo y lo que le han enseñado sobre el tema previamente y, todo ello, controlado por el lóbulo temporal, responsable de las actividades discursivas y de memoria.
"Lo más destacable de nuestra investigación es que demuestra que la religiosidad se puede estudiar con las técnicas de neurociencia y compararse con los sistemas crebrales y neuronales que regulan otro tipo de creencias. Además, hemos visto que la fe y los pensamientos religiosos se adaptan a la evolución biológica de las funciones cognitivas"
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Las teorías psicológicas contemporáneas consideran que estas creencias son parte de un fenómeno cerebral complejo que emergió en la especie humana con el objetivo de ayudar a los individuos en sus relaciones sociales. Esto es lo que sostiene, por ejemplo, la extendida Teoría de la Mente.
En cuanto a las redes neuronales de la religiosidad, poco se sabía hasta ahora. Los primeros estudios al respecto se centraron en manifestaciones concretas de la fe relacionadas con ciertas patologías. Así, la hiperreligiosidad mostrada por algunos pacientes con epilepsia motivaron algunas hipótesis que relacionaban las creencias religiosas con las áreas cerebrales responsables de la enfermedad. Lo mismo ocurrió con otros trastornos.
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"El objetivo de nuestro estudio era definir la estructura cerebral y el proceso cognitivo que está detrás de las creencias religiosas. Y con las técnicas de imagen hemos podido ver cuáles son estas regiones del cerebro concretas" afirma Jordan Grafman, que indica que "una vez identificadas estas regiones particulares tenemos una mayor capacidad para caracterizar los posibles cambios de comportamientos que puede experimentar una persona que se dañe dichas zonas".
Es decir, aquellos que "sienten" a dios lo hacen en la mismas áreas cerebrales que todos sentimos a los demás seres. No se trata de nada espiritual ni especial, sino biológico. Se hace una antropomorfización de la idea divina, nada más. Los creyentes mienten cuando dicen sentir de otro modo. Lo curioso es que sea precisamente en un sitio implicado en las relaciones con los demás y que a la vez las relaciones interpersonales sean las que aportan el mayor componente benéfico a los creyentes. Es todo lo mismo. No es dios, es la sensación de sentirse integrado.
Claro, que también podríamos pensar de otro modo. En vez de pensar que la religión no es más que este cúmulo de casualidades biológicas que se autoperpetuan, podríamos decir que esas redes neuronales y ese bienestar obtenido por el gregarismo están puestos ahí a posta por una voluntad superior. Para ser creyentes. Para ser subyugables por la creencia y la religión. Un cerebro diseñado para ser religiosos. Un cerebro para dominarlos a todos. ;-)