Esto no es un blog, es un bloc. De notas, para más seña. Aquí apunto lo que se me pasa por la cabeza, lo que se me cruza por la vida o simplemente lo que se me antoja. Buscarle cualquier otra significación es perder el tiempo. Bienvenidos a ello y no se corten en comentar.

martes, 8 de junio de 2010

Cómete al rico I: la zanahoria ilusoria y el palo (que nos espera)

Cuanto más leo sobre la crisis más coraje me da ¿no les pasa lo mismo, estimados lectores (muditos)? Hoy he decidido meterme en camisas de once varas y desahogarme un poco.

Esta situación no es un monstruo que misteriosamente se ha despertado una mañana, creado de la nada. Es un monstruo que se ha larvado durante mucho, mucho, pero que mucho tiempo. Sin tener ni repajolerea idea de macroeconomía ni futurología un servidor lleva unos añitos rezongando entre conocidos y amigos que las hipotecas en este país eran como una hidra de siete cabezas, que llegado el día saldría de su agujero y se dedicaría a devorar familias arrastrándolas fuera de sus casitas que en realidad pertenecen al banco. No soy ningún gurú financiero, en aquella época era más bien mi postura personal que ahora veo claramente retratada porque los hechos la han reafirmado como podían haberla refutado. La mente humana funciona así, que se fija en lo que reafirma nuestra opinión. Podría haber estado equivocado perfectamente. Es lo que tiene no saber en realidad del tema, que simplemente se opina. Pero era fácil de explicar visto a pie de calle (sobre todo ahora a toro pasado, claro):

- Por una parte estaba que la supuesta "bonanza" se basaba simplemente en la especulación. No se creaba riqueza que la sustentase, solo subida de precios montados en un tren desenfrenado. Una locomotora que hincha con su humo la burbuja. La ilusoria inyección de dinero que servía de combustible a todo esto provenía del propio sistema inmobiliario-contructor. Los que conseguían dinero eran los que trabajaban en el sector (venta, intermediación legal, financiación, promoción y construcción, no sé si me dejo alguno) y de ellos emanaba al resto de la sociedad el flujo de dinero ilusorio en un ilusorio Jauja.

- Por otra parte estaba el hecho de que le daban un crédito a cualquiera y muchos de esos cualquieras han gastado como si pudieran pagarlo (véase la famosa y sobrevalorada teoría de la crisis ninja). O podían pagarlo mientras siguieran subidos a ese tren alocado que decíamos antes. Era evidente que ese dinero que se gastaba tan alegremente tarde o temprano habría que pagarlo. Era evidente que los tipos de interés tan bajos tarde o temprano subirían y con ello arruinarían a la mayoría de hipotecados. Pero como esto es España, pues no pasaba nada. La mayoría miraba hacia otra parte. Los que no pegaban un pelotazo inmobiliario eran los tontos del pueblo. Total, a muchos les ha salido bien la jugada de todos modos.

- Si el mercado no hace más que subir, en algún momento tendrá que desmoronarse, pues no lo sustenta más que el humo de la especulación. Si los tipos de interés se desperezasen un poco, la economía familiar temblaría. No ha hecho ni falta para que explote todo. Porque el curso de acontecimientos ha sido otro. Por eso digo arriba que podía haberme equivocado perfectamente. El gran estallido ha venido de otras muchas causas (aquí uno de ellas que veíamos).

Si esos peligros los podía ver incluso un profano en la materia ¿porqué no los señores que estaban al mando del carro? ¿porqué no les interesaba verlo?
En mi ignorancia provinciana de españolito yo opinaba limitado a este país, sin saber que en realidad esto solo era la cola del bicho. Ni en mis peores pesadillas pude imaginar que la cosa fuese tan gorda.

La han ido engordando, haciendonos mirar a otras partes mientras le entregan nuestras entrañas e higadillos, entreteniéndonos con el trajín diario de consumir. El mejor modo de tener a la gente controlada es con una "cadena de oro", es decir, no solo que no se de cuenta de que está esclavizada, sino que elija por "propia" voluntad ese yugo. Algo que mantenga a la gente bien cogida pero "a gusto" con su miseria existencial. El consumismo es la mejor forma inventada hasta ahora para ello, por lo que parece. Se impulsa de un principio psicológico humano común y básico: la insatisfacción que lo devora todo.

Es como la zanahoria que nunca consigues alcanzar. Haciendonos tirar del carro a base de una zanahoria ilusoria. Porque para colmo la zanahoria de prosperidad era una ilusión. Pero no en el sentido de "ilusión" que trataban de usar en los carteles de unas elecciones recientes los ineptos que organizaron la campaña electoral de cierto candidato con el desatino de no darse cuenta de la polisemia, sino en su primera acepción que tal vez fue la que caló en el subconsciente del electorado:
ilusión.
(Del lat. illusĭo, -ōnis).
1. f. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.

Ahora, después del engaño de la zanahoria ilusoria, viene el palo de verdad. Porque que nadie se equivoque, nos van a hacer seguir tirando del carro. El carro funciona produciendo y consumiendo, en un círculo que se muerde la cola de serpiente, el uróboros. O si se prefiere más ominoso, Jörmundgander, por aquello del Ragnarök que se nos avecina. Porque la raiz gandr no es sino el palo que nos espera.

[He intentado amenizar esto con una foto del cartel electoral en cuestión pero no lo localizo por el interné, tampoco importa porque desvaría un poco del tema, así que pongo esta otra que es más ilustrativa].

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