Paso del tiempo, música y memoria.

Hace poco he pillado la discografía de los Eagles. Todo empezó cuando escuché a una cantante actual una versión del "I Can't Tell You Why" del 79 que me pareció floja comparada con la original. Decidí entonces buscar en las raíces y acabé escuchando toda la colección que tienen. No me voy a poner aquí y ahora a valorar los inicios de un grupo consagrado, aunque sí me permitiré clasificar sus orígenes como rock-campero (country, según la traducción panchita de los Simpsons, se dice campero).

Escuchando cronológicamente la colección he notado una evolución, separándose un poco de su comienzo campero más hacia un rock-pop más comercial. Lo que es normal o de lo contrario raramente nos habría llegado a las masas. La gran diferencia viene cuando se produce el parón de los Eagles.

Haré un breve recordatorio de este hecho porque es importante. En 1980 el grupo se disolvió. Durante 14 años las ofertas de las discográficas fueron millonarias e inútiles para que se juntasen de nuevo. Cuando a Don Henley, cantante y batería, le preguntaban por cuando se reuniría el grupo de nuevo, el contestaba "... cuando el infierno se congele..." y Hell Freezes Over (el infierno se congela), es el título del disco en el que se produjo el reencuentro de la banda.

Ahora es cuando yo me planteo la reflexión de cómo funciona la memoria humana. De cómo es un claro ejemplo este de que con el tiempo la mente tiende a confundirnos y a suavizar: los tiempos pasados siempre fueron mejores. El mecanismo psicológico que tiende a amortiguar los malos recuerdos y a reflotar los buenos tardó en Don Henley 14 años en hacer su trabajo. Un largo tiempo, en cualquier caso.

Sin embargo el tiempo benefactor que suaviza la memoria también afecta al talento, por lo visto. Hasta 2007 no sacaron un nuevo disco realmente original: Long Road Out Of Eden. Hasta ese momento se habían limitado a sacar recopilaciones con algún tema adicional a lo sumo y vivir de las rentas de antiguas canciones y la fama adquirida para dar conciertos. En este caso he notado que con el paso del tiempo los Eagles han ido perdiendo algo de su calidad inicial. El sonido es mejor, la producción más cuidada. Pero el talento y originalidad ha menguado, a mi entender. La autenticidad se ha ido diluyendo. No digo que hagan mala música, aunque sí pobre en cuanto a originalidad y personalidad propia, demasiado comercial y sin a penas espíritu. Se notan demasiadas influencias de otros grupos actuales para elevar este último disco al altar de otras obras maestras. Posiblemente si ese disco lo hubiese hecho un grupo desconocido no hubiese tenido tanta repercusión en el mercado, pero simplemente por ser ellos pues tuvo cierta acogida.

Tengo la sensación de ver a señores de carnes flojas, tostados de rayos UV y vestidos de estrafalario lujo que, hastiados de su relajada vida actual de artistas millonarios sienten morriña de la vorágine de sus tiempos mozos.
Pensaba que el bagaje que habrían adquirido en estos años de relax les haría mejores artistas, pero en realidad se han vuelto unos puretas más consevadores y empiezo a temerme que sea cierto aquello de que el arte y la juventud tienen en común la irreflexividad, la impulsividad y locura que en un acto de sincronía se hacen ir de la mano creativa al joven y al artista. Al menos en este caso concreto.

Para rememorar a los buenos Eagles, una puntada musical de uno de mis temas favoritos de ellos que es esta balada pastelosa con la que empezaba el artículo:

(No he encontrado ninguna versión enlazable antigua)