
Hace tiempo que tengo ganas de hacer este artículo. El otro día, al terminar un capítulo de la mitad de la penúltima temporada, me entraron más ganas porque le vi otra faceta, la del mentiroso que se cree sus propias mentiras para conseguir engordar su ego, para sentirse un poco más importante por mero contagio remoto de un hombre al que admira. Unos días antes se daba cuenta de que sus secuaces son perros serviles que le ríen las gracias y eso lo entristecía, elevándolo por encima de sus semejantes por esa revelación, pero la segunda vez ya había vuelto a su cloaca moral. Porque Tony es así de voluble. Pero no quise hacer esta entrada hasta acabar de ver la serie. No diré nada del final que me pareció genial.
Tony Soprano es inmoral, putero, infiel, consumidor de drogas de todo tipo, intemperante, borrachuzo, violento, irascible, de ostia fácil, egoísta, narcisista, ególatra, tiránico, mentiroso, megalómano, traicionero, hipócrita, voluble, compulsivo, inconsecuente, pueril, machista, asesino, criminal y despreciable. Pero es el protagonista indiscutible de la serie. Con su papel de macho alfa, con su supuesto lado frágil, o al menos sentimental, que le obliga a acudir al psiquiatra para ¿conmovernos? No, Tony Soprano no provoca compasión porque no la tiene (salvo con sus patos, su yegua de carreras y cualquier otro capricho subliminal). Aunque al final no explican esto del todo. Y aunque no nos produzca compasión, aun así sí que lo intenta. Como todos. Él se siente un buen tío, al fin y al cabo. Como todos.
Es el perfecto cerdo hijo de puta despreciable que nuestra sociedad premia. Por eso, Tony Soprano es tan cercano. Porque es casi real. Ahí radica todo su carisma.
Hola,
ResponderEliminarUn comentario muy acertado. Tony Soprano es muchas veces lo que nosotros desearíamos ser en ocasiones y que por nuestra educación, no podemos ser.
Saludos.
El Consigliere
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