Mientras estaba hoy en uno de esos magnetomemes me he dado cuenta de lo que ahora quiero: lo que todo el mundo. Un trabajo estable, que me permita acceder a una vivienda, que me permita tal vez establecer una familia...
Anhelos corrientes y molientes como todo el mundo. Con un ligero atisbo de nostalgia he recordado aquellos tiempos en los que esas aspiraciones me parecían demasiado convencionales, mediocres. Quería pedirle más a la vida, sacarle el jugo y destilar la quintaesencia de este en busca de lo sublime y de lo trascendente del ser humano.
Un ligero estremecimiento me ha sacudido la mente al salir de ese ensueño del pasado, pensando que pueda ser otro robot, otro zombi aborregado más de la sociedad actual adormilado por los vapores narcóticos del consumismo y la vida según la norma y uniformidad. Todos mis sueños de juventud, mis ideales... todo ahogado por una marea de responsabilidad, vulgaridad cotidiana, convencionalismo social ¿Madurez?
¿Qué me separa de cualquier otro? He mirado a lo lejos y he contemplado una esquina del estadio de fútbol, he mirado cerca y me he fijado en algún modelo de coche pretencioso. No, al menos en eso no me he convertido aun. Todavía tengo claros algunos planteamientos elementales y me esfuerzo en no caer en el consumismo vacío que nos venden como si fuese la solución a la insatisfacción. Tanto tienes, tanto vales. Fast life... Si es rápida, yo debo correr más, delante y no dejarme coger por esa pseudo-vida. Al menos, de nuevo.
Tampoco puede ser querer ser especial. Todo el mundo quiere ser especial, por lo que eso no tiene nada de especial. Príncipes y principesas. Esa es nuestra generación. Moldes de frustración occidental. No caeré en eso una vez más.
Tampoco me puedo conformar con migajas como pueden ser la música u otras pasiones. Son solo refugios temporales que en el fondo no me conducen a ningún avance. Placeres acomodaticios, cantos de sirena. Están bien como envoltorio, pero no pueden ser el hard-core.
¿Dónde quedaron aquellos planes de desarrollo personal? ¿Dónde quedó aquel canon para leer más y aprender los grandes secretos? ¿Dónde quedaron aquellas expectativas sobre vivir una vida intensa para aprender los pequeños secretos y no por ello menos importantes? ¿Dónde quedó aquella ilusión? ¿Qué me ha hecho la vida? ¿Qué he hecho con mi vida?
En el fondo creo que algo subyace en todos los proyectos que emprendo desde entonces. Una pulsión subterránea, cuasi tectónica en su tenaz persistencia. Anhelo insatisfecho de superación personal. Búsqueda desorientada de mismo.
Vientos de cambio. Eso es lo que necesito. Dicen que el olor a humedad precede la tempestad. Olisqueo en busca de mi vendaval, el que me haga ascender un peldaño más en mi desarrollo personal. O levantar el vuelo cual albatros.
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